Entre la locura y el sabor: la historia detrás de un restaurante que no tiene sentido

Todo empezó con una pregunta absurda: ¿y si la locura también tuviera sabor? Así nació Cuerdo, un restaurante que no busca tener sentido, sino provocar emociones. Su historia está tejida con hilos de surrealismo, arte y cocina experimental; una oda a todo lo que escapa de la lógica, pero se queda en la memoria.

Todo comenzó como una idea absurda, una que nadie se atrevía a tomar en serio: abrir un restaurante donde nada tuviera sentido. Donde el caos fuera el concepto, el desorden la estética y la locura, la inspiración. Así nació Cuerdo, un proyecto que, contra todo pronóstico, se convirtió en una experiencia gastronómica que desafía los límites de la razón.

Cuerdo no busca complacer a todos. Nació del impulso de crear algo diferente, una especie de refugio para los que piensan fuera de lo común, para quienes ven en el arte, el humor y la contradicción una forma de vivir. Desde su concepción, el equipo detrás del restaurante sabía que no querían seguir el camino tradicional. Querían cuestionar el orden establecido en la gastronomía y demostrar que, a veces, perder la cabeza es el primer paso para encontrar el alma.

El nombre no fue casualidad. “Cuerdo” suena a ironía, a contradicción. Porque, en el fondo, el restaurante juega con esa delgada línea entre la cordura y la locura.

Aquí nada es lo que parece. El menú cambia constantemente, los platos tienen nombres que podrían ser fragmentos de un poema incompleto, y los sabores nunca se presentan como el comensal los espera. Un postre puede tener forma de piedra, una entrada puede servirse dentro de una copa, y un plato principal puede llegar envuelto en una historia contada por el mesero como si fuera parte de una obra teatral.

El diseño del lugar refuerza esa sensación de estar dentro de un sueño. Las luces cambian de color con el paso de las horas, las paredes están cubiertas con frases que no siempre se entienden, y los espejos distorsionan las perspectivas. Todo parece un poco fuera de lugar, y esa es precisamente la intención. Cuerdo no quiere ser un restaurante cómodo, sino uno que despierte.

Detrás de ese caos aparente hay una mente meticulosa. La cocina, aunque parezca improvisada, se basa en técnicas de alta gastronomía, ingredientes cuidadosamente seleccionados y una ejecución precisa. Cada plato es una composición pensada para provocar, para contar una historia distinta en cada bocado. Lo irracional, en Cuerdo, tiene un método.

Y sin embargo, más allá del espectáculo visual o conceptual, lo que realmente distingue a Cuerdo es su mensaje: la libertad de no tener que ser entendidos. En un mundo que exige explicaciones para todo, este restaurante invita a simplemente sentir. A soltar el control, a entregarse al desconcierto y, en ese proceso, redescubrir el placer de comer sin juicios.

Los clientes que entran por primera vez suelen quedarse en silencio unos segundos. Luego sonríen, se dejan llevar. Y cuando salen, nadie puede describir exactamente lo que vivió, pero todos coinciden en lo mismo: fue una experiencia que no se olvida.Cuerdo no es para los que buscan respuestas, sino para los que disfrutan de las preguntas. Porque al final, tal vez la verdadera locura no sea perder la razón… sino tener miedo de hacerlo.